¿Cómo explicamos la existencia del llamado cinturón de asteroides entre las órbitas de Marte y Júpiter? Podría haber existido un planeta que acabó por desintegrarse; ésta fue una primera explicación que acabó desechándose; hoy se admite que, por alguna razón que desconocemos, no llegó a formarse ningún planeta a partir de los llamados planetesimales más pequeños, como ocurrió en otros lugares del Sistema Solar. La cercanía de un gran planeta como Júpiter podría explicar el fenómeno, pero tan sólo es una hipótesis.
Si pudiésemos hacer un viajes a través del cinturón, la probabilidad de ver alguno sería insignificante. Así nos lo explica Tom Gehrel en el libro «Cuestiones curiosas de Ciencia» (Alianza Editorial, 2006):
Si el cinturón albergara 100 000 asteroides de un tamaño considerable (con más de varios kilómetros), y la cantidad real se estima en unas diez veces menos, la separación media entre ellos rondaría los cinco millones de kilómetros. Esto equivale a más de diez veces la distancia entre la Tierra y la Luna. Si nos encontráramos en uno de esos pequeños mundos y miráramos hacia arriba, no veríamos un cielo repleto de rocas, sino que nuestros vecinos se revelarían tan pequeños y vagos que haría falta suerte para avistar siquiera uno, y no digamos ya cientos…
¿Y en cuanto a la posibilidad de colisión de alguno de estos cuerpos con nuestro planeta? La probabilidad es pequeña pero existe. Tanto la NASA como la Agencia Espacial Europea tienen proyectos de evaluación y prevención de estos riesgos. Puedes leer un artículo en el que nuestro astronauta oficial, Pedro Duque, nos habla del riesgo de colisión de Apophis en el 2036. Se abren también otras posibilidades para acabar con el peligro: recordemos el estudio, publicado el pasado mes de marzo en la revista Nature, y que nos muestra una original forma de «desviar» el problema.
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