Pronto vienen las rebajas, y con ellas las gigantescas masas de gente enfervorizada por llevarse lo mejor y lo más barato (razón por la que se pierden horas y horas de tienda en tienda, buscando modelitos similares a precios diferentes… si bien es cierto que rara vez la diferencia supera los 5€). Y es cierto, en algunos casos las rebajas son muy sustanciales (25%, 40%, o incluso más del 60% en ocasiones): llegamos a ahorrarnos cifras del orden de 20 a 30 euros por una pieza que originalmente costaba 50 o 60, lo que nos parece enormemente interesante.
Pero, pasemos ahora al plano de una compra no estacional, como un ordenador portátil. Supongamos que un modelo relativamente normal nos sale por unos 700€ en una tienda determinada, pero por 680€ en otra… que lamentablemente se encuentra a varios kilómetros de la primera. ¿Realmente escogeríamos invertir esfuerzo y tiempo en desplazarnos hasta esta tienda? La mayoría de personas daría un no.
Esto es debido a que nuestra mente está regida por la llamada Ley de Weber (o Ley de Weber-Fechner): el menor cambio discernible en la magnitud de un estímulo es proporcional a la magnitud del estímulo. Podríamos sujetar una masa de 100 gramos y detectar un cambio de 10 gramos en ella, pero no seríamos capaces de distinguirlo si la masa original fuese de 1000 gramos y la aumentásemos hasta 1010; si bien la diferencia continúa siendo de 10 gramos.
Tal y como señala Gary Marcus en su libro Kluge, esta falla cognitiva tiene relación con la comida, es decir, con la supervivencia:
En ciertos ámbitos, seguir la ley de Weber tiene sentido hasta cierto punto: el almacenaje de dos kilos más de trigo con relación a un punto de partida de cien kilos no va a tener importancia si al final toda cantidad superior a unos cuantos kilos se estropea; lo que de verdad importa es la diferencia entre la inanición y la supervivencia. (…) Así que incluso hoy en día se dan notables cruces entre ambos. La gente, por ejemplo, se inclina menos a donar dinero a las organizaciones benéficas si tiene hambre que si está saciada; al mismo tiempo, los sujetos de experimentación (excluyendo aquellos que están a dieta) sometidos a un estado de “gran deseo de dinero” comen más M&M durante un test de sabor que las personas que se hallan en un estado de “escaso deseo de dinero.
Gary Marcus, «Kluge»
Vía XatakaCiencia